La vida del treinteañero es tan dura que ya hasta hacen obras de teatro sobre ella.
Una hora y media pasamos ayer en el Teatro Infanta Isabel escuchando lo que salía de la boca de Sandra Marchena en un monologo donde parece que nos iba copiando la vida de solteros narrando las inquietudes, las necesidades, las penalidades y desgracias del treinteañero medio. Vale que hay que salvar las distancias porque ser joven y encima actor especializado en monólogos es una putada gorda pero más triste es ser joven y parado, digo yo.
Bien es cierto que, como todos sabéis, aún me quedan años para llegar a esas lides pero para mi desgracia la mitad de ellas ya las he sufrido en carnes propias así que en algún momento podía haberme subido al escenario y haber continuado el monologo con más o menos la misma tónica. Eso al final une mucho más que ver una obra de Shakespeare donde no te une con el protagonista más que las ganas de suicidio.
Nos reímos, claro, por no llorar. Se nos hizo corto, y lo pasamos en grande. Es por eso que cumpliendo con el plan malévolo de Sandra hemos decidido animar a todos a ir a verla para que en alguna representación Almodóvar la descubra porque en el fondo la victoria personal de una treinteañera es la de todas.
0 Comentarios