Bueno, como hemos empezado con los musicales franceses quedaría feo saltar a otro punto del día antes de finiquitar este interesante tema.
La otra obra elegida era el mítico musical Hair, que, conmemorando su cuarenta aniversario (desde el 68, se dice pronto), desembarcó en el Teatro Trianon de Paris. Si bien no tiene mucho que ver con la conocida película de Milos Forman (y si alguien osa decir lo contrario el pequeñín se comerá su cuello a bocados – broma interna - ) si es bastante fiel al espíritu del musical original creado por James Rado y Gerome Ragni (letras), y Galt MacDermot (música). Y digo espíritu aún a riesgo de parecer un entrevistador de Metro porque los cambios son bastante sustanciales en cuanto a lo que sucede en escena.
Hair actualiza la obra hasta colocarla en nuestros días con los mismos protagonistas: Claude y Berguer pero un desarrollo bastante diferente y algo menos contundente. Cambian los hippies de largos cabellos adictos a las recientes drogas y seducidos por el movimiento antibélico por una tribu mucho más urbana entre punk y rastafari.
Los dos amigos se enfrentan a una concepción diferente de lo que deben hacer con sus vidas. Claude es agobiado por sus padres para que se aliste en el ejercito, acabe con su vida de vagabundeo y sea un tipo de provecho mientras Berguer tiene claro lo que quiere hacer con su vida y su cuerpo (¡Y qué cuerpo!) y no le importa mucho lo que opinen sus congéneres.
Si hay algo que golpeó las conciencias colectivas en el momento de su estreno fue su tremendamente fuerte lenguaje y su carga sexual explícita que incluía una buena ración de desnudos. Y mis queridos niños. ¿Adivináis qué? ¡Los mantienen! Y lo más curioso es que frente a la costumbre de que sea la mujer la primera en quitarse la ropa en esta ocasión son tres los caballeros que enseñan más carne de la debida.
En los sesenta la idea de que la peña se desnudase en escena ocasionó algún problema a la producción ya que en las giras muchos números tuvieron que sufrir un tijeretazo. Por supuesto en los estados más conservadores no les emocionó mucho el número de “Sodomy” e incluso fue acusada judicialmente de desprecio a la bandera americana. Al llegar a Europa la cosa estaba ya tan desconsensuada a cómo se estrenó en el Off Broadway que poco tenía que ver con el original.
Pero a pesar de este entusiasmo por ver en escena guarradas, culos y palabrotas lo cierto es que Hair no es un musical vistoso ni en su libreto ni en su presentación. Y el hecho de encontrarse con la insalvable barrera idiomática creaba algún momento de profunda confusión con un show que alternaba el francés con el inglés sin ningún pudor y dejando simpáticos acentos en algunas de sus recitaciones.
Con una escenografía demasiado simplista y un vestuario bastante “modesto” la gran baza de Hair es la provocación y sus actores. Y aquí es cuando empiezo a salivar.
A pesar de lo que hayáis leído por ahí en diversas webs de poco criterio sólo hay un protagonista en esta obra y no es Fabian Richard. Voy a daros unos minutos para reflexionar sobre este punto. (Tic Tac) ¡Si! ¡Si! El motivo de las sofocaciones y los calores en el entreacto, postacto y el resto de la estancia en Paris fue la voz y el cuerpo del Dios Griego conocido como Laurent Ban (o también denominado “no puede ser verdad”).
Vale, vale, no voy a dramatizar más de lo estrictamente necesario pero a pesar de la tirria que me daba este hombre hace un tiempo y mi cambio de opinión tras escuchar el disco hace ya casi años (en plural) lo que es presencia en escenario tiene a aburrir. El tipo, a parte de ser guapete, es un excelente actor (eso sí, para musicales especialmente), además se mueve muy, muy, muy bien y cantar, bueno, canta divinamente. Vamos que soy su “fans número uno” sobre el escenario que cuando se baja es un poco rarito.
A pesar de este ataque de amor no puedo decir que sea un grandioso musical porque simplemente, y a pesar de los esfuerzos, está un poco desfasado y sobreexcitado incluso a nuestros días. Además la historia, habiendo perdido la cercanía de la denuncia política, bélica, sexual y hippie, acaba convirtiéndose en una sucesión de buenos (y no tan buenos) números musicales algo desconcertantes e inconexos (cosa que opino también de su versión original).
Por supuesto no faltan las míticas canciones del musical del 68: Aquarius y Let the sun shine. Y el bis de buenrollismo al acabar la función.
2 Comentarios
hi salidorra....
ResponderEliminarno es la mejor obra pero oye en ese teatro q se cae a cachos es de lo mejor seguro..
deja de salivar q ibas avisadaaa
Hola anonima "hermana".
ResponderEliminarEl teatro era un templo de la cultura con solera,y por supuesto sin ningún premiso urbanístico.
:D
Ta guenorro, ¿no?