Madrid estos días se ve de otra manera y es que la primavera trae siempre buenas exposiciones que animan a salir a la calle. Por la cantidad de espacios artísticos que están dedicando esta temporada sus salas a recoger la obra de los impresionistas cualquiera diría que nos encontraremos como Monet pintando en el retiro un paisaje bucólico de este nuevo siglo con los mismos trazos pastosos y contundentes de su desenfocado estilo.
El Museo de arte Thyssen-Bornemisza y La Fundación Caja Madrid se han dejado seducir por Monet y sus jardines es la que reúne la Fundación Mapfre la que más visitantes y comentarios favorables está recibiendo.
Lo más especial de la exposición es la recopilación de obras que han conseguido gracias a la remodelación de la sede original de las mismas, el Museo d’Orsay. Al cerrar sus puertas un ala entera del mismo los cuadros han encontrado un hogar temporal en Madrid permitiendo disfrutar de una parte muy importante de la colección permanente del museo impresionista más importante del mundo sin salir de la capital.Entre los lienzos más conocidos y reconocibles destacan La estación de Saint Lazare de Monet, El Epífano de Manet, La Madre de Whistler (popular gracias al cine), La clase de danza de Degas o El Columpio de Renoir.
La exposición se divide en dos pisos con una extensión abarcable en un par de horas, exactamente lo mismo que se suele esperar para el acceso a la misma ya que el aforo es limitado y se lleva a rajatabla. Así que el amante del arte puede ir mentalizado para disfrutar de la compañía en la espera inicial para deleitarse con unas obras magníficas pero colocadas con poco tino en las salas donde el principal hándicap es la nefasta iluminación y poca amplitud para contemplar los cuadros especialmente grandes. Brillan por su ausencia pequeñas explicaciones de cada obra, supongo que para vender más auidoguías, pero aún así no deja de ser una de las exposiciones del año.
Hasta el 22 de abril se puede (y debe) visitar en Recoletos 23.
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